La primera vez que vi esta película fue en el cine de verano de la bombilla, una noche de esas de agosto… La vergüenza, brillante ópera prima de David Planell, nos cuenta un día en la vida de una pareja que meses atrás decide acoger a un niño de ocho años de Perú. Es el día en que se van a reunir con la asistente social para ver si inician los trámites de adopción legal. Él (Alberto San Juan) quiere devolver al niño, “es él o nosotros, necesitamos ayuda…”. Ella (Natalia Mateo) no quiere hacerlo, “por qué no aprendemos en lugar de rendirnos”. Minutos antes de que llegue la asistenta discuten sobre qué le van a decir. Entonces Él le cuenta que una vez vio una película en la que un explorador decía que cuando te pierdes en el bosque no te mueres de frío, ni te mueres de hambre, ni porque te coman los lobos, te mueres de vergüenza, porque te da tanta vergüenza estar perdido que no pides ayuda y cuando te quieres dar cuenta es tarde y estás muerto.
Nunca pensé que determinados conceptos que aprendí en mis años en la universidad estudiando Economía, me serían de gran utilidad muchos años después en un contexto de Coaching.
Hace poco volví a ver La vergüenza con el disfrute de ver algo por segunda vez, lo cual te permite poner el foco en ciertos detalles más que en el desenlace de una función que ya sabes como acaba. Al escuchar de nuevo la metáfora del bosque me vino a la cabeza uno de esos conceptos que creí tener olvidados, el costo hundido o coste de hundimiento. Se refiere a los costes retrospectivos que han sido generados en el pasado y que no pueden ser recuperados. En lógica se habla de la “falacia del costo hundido” cuando alguien realiza una inversión que no parece rentable y la defiende diciendo “no puedo parar ahora, de lo contrario lo que he invertido hasta el momento se perderá”
Llevo bastante tiempo con la convicción de que no estoy donde me gustaría estar como actor, que no hago pruebas, que no estoy mostrando todo mi potencial. Pensamientos como “y si justo ahora hacemos algo importante”, “bueno ya nos toca, después de tanto tiempo juntos”, “si total es muy difícil encontrar un representante que te quiera llevar”…me bloqueaban. ¡Qué peligrosa es la inercia!!! El Coaching me ha permitido saber dónde estoy en relación a dónde quiero llegar. Me ha permitido explorar, bucear en mi interior y me ha ayudado a identificar pensamientos y creencias que me limitan, que me alejan de mí mismo y de mi objetivo. Pero sobre todo el Coaching me ha “obligado” a definir mis metas, a elaborar un plan de acción minucioso y detallado, a renunciar a las excusas, a tomar decisiones y a comprometerme de una vez por todas con lo que soy y con mis sueños. Poner fin a la relación contractual con mi repre ha sido el primer paso. La conversación que mantuvimos no se aleja mucho de una escena de ruptura sentimental: “siento que no confías en mí”, “no vamos a ningún lado”, “es cierto, nos hemos distanciado”. Lo único cierto es que la realidad manda, la realidad gobierna, es incuestionable. Como dice Byron Katie “cuando discutes con la realidad pierdes, pero solo el 100% de la veces” .Pero el futuro no es incuestionable, el futuro es incierto y se discute y se construye tomando decisiones y aceptando la incertidumbre. Y puestos a convivir con ella prefiero ser yo quien tome las riendas.
No creo que siempre se deba actuar en contra de la falacia, creo que lo interesante es tenerla en mente y valorar e indagar en profundidad las distintas posibilidades que tenemos ante cualquier toma de decisión. La vergüenza nos habla de una decisión crucial, de un dilema moral y de una crisis de pareja que subyace debajo. Y es que hay dilemas y dilemas. Yo para estos últimos suelo confiar más en la intuición que en la razón.
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Óscar del Pozo.